El Nido
En una fría tarde de otoño, el pajarillo porfiaba en no abandonar el nido que con mucho trabajo construyó, en una de las tantas ramas del roble.
Un viento norte lo castigaba; desprendía las hojas que ya sin vida flotaban, lo estremecía todo, más el tronco permanecía imberbe, de piedra.
El pajarillo había tardado gran tiempo construyendo su nido; ramilla por ramilla; hoja por hoja, uno que otro palo grueso; comprimiendo aquí, ajustando allá; vuelo tras vuelo; y así, hasta que su hogar quedó terminado.
Su nido era espacioso más no falto de calidez. Ya tenía en sus pensamientos traer a una pajarilla y cuidar de muchos huevos, por eso había pensado en un gran árbol.
No pensó en los techos de casas humanas, y menos, en árboles bajos y blandos que pudiesen ser fácilmente derribados o trepados. Un roble parecía un lugar seguro…
El pajarillo no quiso migrar. Quiso esperar porque se cansó de volar, quiso quedarse a esperar aquello de lo que siempre huyó.
El
pajarillo sabía que, solo enfrentando al invierno, podría saber si habría
construido un buen nido. Solo así, el pajarillo podría conocer y entender. Sabría la verdad.
Boris González Torres
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